8 de septiembre de 2015

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Espejo.
Vientre en la luz.
Dame los racimos oxidados
los túneles
la sombra viscosa.
Arde por dentro
el infinito
y se desenvuelve al cantar.
Espejo
o trampa a la que me sujeto,
barco móvil,
dame los racimos fermentados
de mi niñez,
los árboles y la bicicleta,
el túnel del tiempo
la sombra ajada.
Arden por fuera los sueños
la vida con su flecha dentro de mí.
Espejo
o borde quieto
aljibe constante,
dame el perfume de aquellos frutos
ya invisibles,
aquella siesta en el árbol
o en algún túnel inventado
o en la bicicleta con la que jugué
carreras al viento.
Dame ese altar eterno
coronado por jazmines y olor a tierra.
Dame espejo
una vez más
cada reflejo
cada puente de agua,
dame una vez más y
de una sola vez
esa moneda del todo y nada
de mi infancia,
necesito enterrar ese paisaje
como es debido,
en una ceremonia pequeña
de fuego y agua,
dame
cada segundo desde
el ahora hacia atrás,
necesito cantar
con voz de agua
con agua que corre y limpia
los árboles dorados,
y los deja descansar en algún lugar de mí,
en mi sombra vibrante
en las puertas secretas
en las escaleras
en diminutos jardines enredados
a mis huesos.




Modelito / Samara


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